El enólogo Francisco Baettig tomó este vino en 2004, pero recién a partir de 2015 un nuevo estilo (consistente con la nueva forma de Baettig de pensar sus vinos) comenzó a aparecer. Fue un trabajo lento, para recuperar el viejo estilo de este vino (una marca que existe desde el año 30), mucho más enfocado en la fruta y en el frescor, recortando el uso de barricas nuevas y adelantando las cosechas. Y en un año perfecto como 2018, ese trabajo se cristaliza en este nuevo Don Max que se basa en un 70% de cabernet sauvignon de la propiedad de Errázuriz en Aconcagua, plantado en 1978. Y ese cabernet, rico en notas balsámicas, se siente aquí transformado en mentas y hierbas, pero también en frutas rojas jugosas y refrescantes. Un grado muy bajo de alcohol (13.5) le da cierta ligereza, una sensación de cuerpo medio. Pero no se engañen, este es un vino de guarda, con la acidez y taninos suficientes como para evolucionar elegantemente durante la próxima década.