Plantado en el año 1992 sobre las terrazas aluviales del Río Maipo, en Puente Alto, este viñedo fue una cancha de Polo que, desde 1999, ofrece uno de los cabernet ineludibles del Alto Maipo en particular y de Chile en general. El enólogo Francisco Baettig ha ido transformando el estilo de este vino, tratando de mostrar con la mayor claridad posible este terruño histórico en Chile, cuna de Don Melchor y Almaviva. Hay un manejo del riego, evitando estrés hídrico para que las hojas sigan verdes, sigan activas. También se evita la excesiva exposición de la fruta al sol, que abunda en la zona. Y en la bodega, hay extracciones más suaves, el uso de barricas seleccionadas, con menos tostado. El punto de quiebre fue el año pasado, cuando este vino se llenó de frescor y de nervio. Este año tiene ese mismo nervio, en un fondo de frutas rojas deliciosas. Un cabernet que marca un territorio distinto y que, incluso, se siente aún más tenso que la versión 2015.